Hui ying
Por ti reniego de la muerte.
El ciruelo se alegra.
La noche baja para estar en ella.
agua
habla el agua y alcanza la fuente agua
ríe la nieve y alcanza la fuente agua
las palabras a flor de piel el gesto
la muchedumbre solo bebe
y mastica palabras sin sentido
una se aferra a la falda del sueño
granos de trigo
jugo de espiga
y
un albergue
una manta un
cartón fuera del mundo
una no quiere ser carboncillo
disuelto
en un rollo cualquiera
no quiere volver no
no quiere ser.
***
Es el reflejo de los días
lo que a mi ventana se acerca.
Ardientes pájaros.
Memoria en el arado.
Por el mar espero, en la arena
de una llaga encendida
olvidada en el taller de los cirios.
Espero con la mesa puesta
y
la cintura rota.
Espero en el banco de las manzanas.
***
MUERTE Y POESÍA
A la muerte le gusta la poesía
—lo veo en los ojos del río—.
Las noches saben.
El puente de Nankín sobre el Yangtsé,
lo sabe.
Y saben
los hilos del alma
—que por el Di Yu pasa —
que no hay moneda
ni urna ni faro
para sus huesos.
***
He salido a jugar a los poetas.
He removido cielo y cieno.
Me llego por los puertos de otros días al sol
y
un niño me lame la piel.
***
Y no era solo su
amiga…
Y no era solo su amiga la noche.
Era la sintonía de los árboles.
Era el murmullo del Río a su paso.
El día, era; destrozo
y
vértigo.
***
SALUDOS
Es de sabios tener amigos. Salve,
amigo mío. Salve, mariposa,
mirlo y gorrión.
Es de sabios gustar la noche. Salve,
farola de mi asfalto, rama, hoja, y balcones.
No hay un solo recuerdo que enturbie mi poema.
Salve, aurora que llegas con los pies en puntillas.
Noche que has dejado tu lumbre seca
sobre el ladrillo.
Amigos todos de los hombres,
Salve.
***
EL HAMBRE
Aquella noche se
me clavó en el seco vientre.
¿Dónde estaban, madre,
tus ojos?
¿No viste las
palomas con su porción de trigo?
Reía el
melocotonero
jugando con la
luna.
Burbujas.
Ironía.
***
ESCARLATA
La luna se ha
vestido de escarlata.
Sobre grosellas se
ha dormido el lirio.
Verde hoja en el estanque.
Por la mañana está
pariendo el sol.
Con su haz de
trigo al hombro llega el viejo.
Viejita mía, acércame el té que voy muriendo.
No hice el té, viejo.
Esperaba con la mortaja
puesta
y
aún, hay sangre en los labios.